Con estas letras y estas imágenes queremos traer un amable recuerdo de sus años infantiles a aquellos que peinamos bastantes canas, … las que quedan, después de tener mas que mediada la vara métrica e iniciada esta parte de la vida en que disfrutas de una jubilación mas o menos feliz, a sabiendas de que esa segunda mitad no llegaras a completarla.
Hagamos primero una visión del contexto social y político que tenía la escuela de nuestros tiempos:
La instauración del nuevo modelo educativo franquista comporta una ruptura con el modelo anterior, el que aplicó la República. Los ganadores de la guerra, introducen un modelo propio, que potencian conscientemente. Es el resultado de una Guerra Civil en la que hubo vencedores y vencidos.
La escuela que impone el nuevo régimen, sobre todo en las primeras décadas es la consecuencia de una guerra fraticida que deja el país dividido. La escuela que se consolida con el nuevo régimen destaca por algunos aspectos que la marcan y la condicionan, sobretodo durante esas primeras décadas. Por una parte, la enorme e intensa depuración que sufre el colectivo del magisterio en España, en unas regiones más que otras. Una depuración que es fruto de una clara voluntad de romper con el pasado y de asegurarse en la medida de lo posible, unos profesionales dóciles y adictos a la nueva ideología nacional católica.
En la década de los cuarenta, guerra y posguerra, se depuran a los maestros, los libros, los folletos, todo lo que tuviera que ver con el periodo educativo republicano, y por tanto llevan a la escuela las esencias del ejército, la patria y la cruzada católica. Se izan las tradiciones, la lengua nacional se exige y la censura draconiana mata el laicismo, la coeducación, y la enseñanza de las lenguas cooficiales.
Enciclopedia, Grado Medio. Por José Dalmau Carles Pla
Enciclopedia de Segundo Grado de Álvarez (Todo "el saber" concentrado en un libro de poco más de 500 páginas: lengua española, aritmética, geometría, geografía, Historia de España y Ciencias de la Naturaleza, para tercer y cuarto curso. No veo el año en el que fue publicada. Pero sí el precio: 55 pesetas)
Enciclopedia de Segundo Grado de Álvarez abierta por las páginas de Historia
En los años cincuenta aparece la lista de libros que se han de leer, delimitando los contenidos, y las leyes que consolidaron el bloque educativo obligatorio en la escuela. Y en esos dos decenios siguientes se asienta la cartilla de lectura, la enciclopedia oficial, el catón del poder con notas aclaratorias para un eficaz castigo del educador que no lo aplicase.
Cartilla de Escolaridad de los niños. Tomado de http://www.rafaelcastillejo.com
Editoriales como Magisterio Español y Escuela Española, hacían libros escolares de autor, de gran durabilidad, con tapas de cartón y cosidos, de muy bajo costo y con ilustraciones en dos primeras décadas en tinta negra, y luego aparecen algunas fotografías e ilustraciones en color, siempre como decoración ejemplificadora rodeada de textos narrativo-descriptivos o diálogos, con un claro lenguaje diferenciador para los niños y las niñas. Todos ellos con la aprobación estatal y de la iglesia católica.
La llegada de la ley de 1945 supone un cambio importante respecto a la situación anterior, aunque lo cierto es que las materias complementarias establecidas por esta Ley no tienen ni la misma importancia ni el mismo horario de dedicación que el resto. En este programa de estudios están sobrecargadas las asignaturas consideradas formativas (Formación del Espíritu Nacional y Religión), que llegan a ocupar una buena parte del horario escolar total. Por supuesto, y en consonancia con el contexto ideológico del momento, todos los textos escolares de la etapa están estrictamente controlados y elaborados de acuerdo a minuciosas directrices oficiales, lo que supone una gran homogeneidad en todo el país.
Hay que rendir un homenaje a aquellos sufridos maestros con grupos verdaderamente grandes y heterogéneos, en una escuela unitaria que lo mismo atendía a los pequeños incorporados a la escolaridad obligatoria con seis años que a aquellos que próximos a los diez o doce años se iban incorporando a la vida de adultos después de un mayor o menor aprovechamiento de esos años de permanencia en la escuela. En muchos casos se perdían amigos que continuaban en la escuela primaria cuando alguno comenzábamos Bachiller y se reemprendía amistad con otros del nuevo grupo de Bachiller que en algún caso no era del grupo de los habituales.
Para un mejor recuerdo describiremos aquí nuestra escuela (Mi maestro Don Ramón Delgado González, en su practica docente), nuestros libros, cuadernos, pupitres, etc, nuestros tebeos y todo aquello que nos viene a la memoria como un buen recuerdo.
Obviaremos, por supuesto las pequeñas historias escolares de castigo con la palmeta, vara o el “neño” con que Don Ramón empujaba el hombro del que tenía que reprender en su grado máximo. La verdad es que para mi este gran maestro y esta gran persona, utilizaba unos golpes de la vara en el lateral derecho de la mesa, para que con ese sonoro sonido de caja de madera los alumnos restableciésemos el silencio necesario para poder trabajar, mantener la concentración necesaria para el estudio y desarrollar el trabajo programado en el aula para ese día. El “guantazo pedagógico” u otros “rigores didácticos” como “tirones de orejas y patillas” eran muy utilizados por otros maestros conocidos de la época, tanto laicos como religiosos, especialmente proclives a utilizar a la primera de cambio este sistema de disciplina o castigo, muy asociados a sus recursos docentes; en el caso de este maestro, no lo era. Incluso cuando atendía a los alumnos de Bachiller y otro profesor los castigaba con dejarlos encerrados sin comer en su aula, él a escondidas nos dejaba salir por su postigo para que fuésemos a comer y volviésemos a la clase del encierro sin que el castigador nos viese.
Parecía que esa forma de corregir los errores o comportamientos era lo más normal del mundo, así había sido con nuestros padres y siguió algún tiempo más. En ese tiempo más que el castigo del profesor se temía a lo que podía ser el castigo del padre cuando el profesor se lo dijese. Felizmente esa forma educar de padres y profesores del palo o guantazo pasó, aunque hoy nos pasamos, he sido testigo de que al felicitar un profesor a un alumno con una leve palmada en la espalda por una causa meritoria, algo muy habitual en la vida adulta diaria, el niño le respondió al profesor con un “no me pegues” .
Este hombre comenzaba su sesión de trabajo a las ocho de la mañana cada día, atendía en esa primera hora de la mañana a aquellos que en un pueblo, sin otros recursos que los necesarios para pagar unas clases particulares, habían recibido de sus padres y de ellos mismos la posibilidad de realizar estudios de Bachiller Elemental, preparándose en el pueblo y yendo en junio a presentarse como alumnos libres en el Instituto Virgen del Carmen de Jaén.
A las nueve de la mañana abría la puerta a los alumnos de la escolaridad obligatoria y los atendía hasta las doce y media.
A las doce y media volvía a atender a los estudiantes de Bachiller hasta las dos de la tarde y tras una hora para comer iniciaba de nuevo su atención a los niños de escolaridad obligatoria desde las tres de la tarde a las cinco, excepto el jueves que no había sesión de tarde. Los sábados también eran laborables, incluso el domingo tenía la obligación o el compromiso de ir acompañando a los alumnos que querían escuchar la misa de los niños a las diez de la mañana. Así que prácticamente tenia jornada de trabajo toda la semana.
Mi escuela fue la casa que hoy ocupa una familia en la calle Gran Vía número 10. Era una casa con vivienda en la planta baja para el maestro y familia. Con dos habitaciones a derecha e izquierda en el primer cuerpo y un segundo cuerpo con una habitación y portal de escalera que daba acceso a la escuela, situada en la planta primera que ocupaba toda la superficie de abajo. La clase tenía tres balcones a la calle y dos balcones al patio.
Según se entraba a clase a la izquierda había dos bancales, que ocupaban el ancho de ese cuerpo de la casa, en cada banco se podían sentar al menos seis o siete niños y otros tantos en el de atrás.Estos bancos eran ocupados por los más pequeños, los iniciados en la lectura y escritura, cuyas tareas principales eran las muestras y los ejercicios de lectura bastante intensos. A esta tarea recuerdo que le ayudaba un alumno mayor que hacía de monitor escolar mientras el atendía, corregía y aclaraba cuanto le solicitaran los demás alumnos. El resto de ese espacio lo ocupaba la mesa del profesor, la pizarra de los pequeños, un armario junto al balcón y un amplio pasillo donde salíamos a dar la lección en corro que abarcaba el perímetro ampliado al máximo de la mesa, y allí comenzaba a preguntar uno por uno hasta que preguntaba a todos y fijaba la próxima lección para el día siguiente. En algunos periodos de tiempo se preparaba una leche en polvo diluida en un cubo de agua, que servia para dar alimento a todos a media mañana. Esta leche y un queso amarillento del tipo holandés eran donación de los Estados Unidos.
Las escuelas siempre estaban presididas por signos políticos y religiosos, con un Crucifijo en madera con un Cristo de bronce, una imagen de la Inmaculada en un cuadro en blanco y negro a la derecha y un cuadro con fotografía de Franco a la izquierda.
Imagen de una escuela de ese tiempo.
Los alumnos mayores quedábamos sentados en pupitres bipersonales con asientos abatibles y sus correspondientes orificios en el tablero para albergar los tinteros de porcelana en los que mojábamos la pluma, se alineaban en dos filas en numero de seis o siete a cada lado del ancho del primer cuerpo de la casa, a veces éramos tres en lugar de dos cuando la ocasión lo requería, dejando un pasillo para el movimiento de los alumnos.
Manuales, maletines escolares y cuadernos.
La casa tenía un patio con una parra extendida por todo su espacio de luz y una cocina familiar a la derecha, daba acceso a un corral cuadrangular donde a la izquierda estaba el servicio de la casa compartido con la escuela, y al fondo una pequeña puerta como postigo con acceso a la calle, utilizado por el maestro cuando iba a comprar a la plaza o cuando los castigados acudíamos a nuestra casa a comer a escondidas.
Simétrica a esta casa y con las mismas dependencias estaba la casa de la clase de Doña Magdalena, la maestra de Granada que caso en Higuera y fue maestra de muchas de nuestras madres.Don Ramón era natural de Andujar, aunque no seseaba en su habla, en cambio si parecía sesear Doña Pepita su esposa. Todos recordaremos a su hijo José Antonio, único hijo, cuyo rastro perdimos con el paso de los tiempos, parece que trabajando en banca. Según creo recordar el matrimonio procedía en un anterior destino de Jerez, donde habían sufrido el fallecimiento de otro hijo. En Higuera permaneció la mayor parte de su vida profesional como docente, y quizá próximo a jubilarse o jubilado se marcho a vivir sus últimos años a Andujar. Recuerdo que cuando yo estaba destinado en Madrid, en vacaciones, lo buscaba y veía en el casino de Andujar o una sociedad jugando la partida con sus amigos y siempre tenía disponible un rato para hablar con este alumno suyo participante de su mismo hacer profesional y sus enseñanzas. Desde hace muchos años pienso que Higuera tenía la deuda con él, como para haberle hecho un merecido homenaje por aquellos años. Este artículo tiene esa motivación, la del reconocimiento, agradecimiento y gratitud permanente. Es cierto que su trabajo de preparación de bachilleres lo cobraba con una cantidad de unas 250 pesetas mensuales por alumno, que bien le venían para complementar el exiguo sueldo que reciban los maestros de aquellos tiempos. Pero no es menos cierto que sin él muchos de los que hicimos bachiller en Higuera con su preparación, no hubiésemos podido estudiar porque nuestros padres no podían enviarnos a colegios internos fuera del pueblo para estudiar. Su trabajo sacó un buen número de futuros estudiantes que después completaban Bachiller Superior fuera e iniciaban variadas carreras: diplomaturas, licenciaturas o técnicas que han sido el modus vivendi de la mayoría de los que iniciamos estudios con él.
Recuerdo el libro de problemas que tenía y la cantidad de periódicos franceses como Le Figaro, France- Soir, revistas como Paris Match, etc. que traducíamos poco a poco y nos hacían alcanzar un extraordinario nivel de Francés escrito de forma que podíamos cartearnos con chicas francesas, e incluso en algún caso fuimos requeridos para que hablásemos con el empresario francés que contrataba a los paisanos para la vendimia francesa.
El apoyo visual de lo estudiado por medio de Mapas o Láminas, era fundamental a falta de los medios audiovisuales hoy existentes.
¿Quién no recuerda las enciclopedias de: Grado Medio, de Álvarez o de Dalmau Carles? En ninguna escuela podían faltar la regla, compás, escuadra y cartabón de madera, así como el globo terráqueo.
Recuerdo también la cartera heredada de mi hermano, los plumieres, las plumas (El manejo de las plumillas era todo un arte) y demás enseres de uso personal, las pizarras pequeñas y los pizarrines del principio para realizar las cuentas de matemáticas (El pizarrín era un buen utensilio y muy ecológico), las huchas de la Santa Infancia para realizar colectas para el Domund (Misiones) con una cabeza de un negro y de un chino (que tal vez pronto tengamos que usar al contrario para poder participar del crecimiento y riqueza promovida en China). Igualmente hablaremos de los libros de los años cuarenta, y cincuenta, los cuadernos escolares, pizarras de madera, mapas de hule …Todo ello recreado en vuestra memoria en aquel ambiente donde no falta el recuerdo de los alumnos compañeros, el maestro, la tarima de la mesa en invierno, su clanqueteo en la bajada de escaleras, y esos años que a pesar de las escaseces, la ropa heredada de los hermanos y familiares, disfrutábamos a cambio de tener una familia unida, un alimento con el que aplacar nuestras necesidades y unos cromos de futbolistas, regalo del chocolate “Virgen de Linarejos”, con la alineaciones de los mejores futbolistas de Primera División, que mira por donde después con los años supe que fue una fabrica de unos amigos compañeros míos de profesión en Linares.
Cromos de futbolistas de aquellos años.
No quiero olvidar la forma en que estudiábamos los cuerpos geométricos, con días de antelación nos fijaba el cuerpo que íbamos a estudiar y nosotros buscábamos barro y modelábamos el cuerpo encargado. Salían verdaderas reproducciones entre las que se escogían uno o dos para la clase.
Otro aspecto muy destacable era su faceta como director de teatro, desde la primavera se empezaba a ensayar una obra con adultos del pueblo, amantes del teatro y en los meses de verano se representaba en el amplio corral de la “molina de Parras” la obra, que recaudaba cantidades importantes para alguna campaña de obra del templo del pueblo. Era lo que había que ver, el teatro movilizaba al pueblo y no quedaba nadie sin ver la obra. Algunas obras representadas como Marianela, llegaron a ser tan populares que en muchos casos los actores fueron renombrados por el pueblo con el nombre del personaje que representaban. Improvisábamos juguetes, con cajas de zapatos, buscábamos huesos metatarsos de equinos muertos y emparejábamos ”vaquitas” y estudiábamos a lo largo de todo un intenso curso, para tener el verano disponible y cansarnos de leer tebeos del Capitán Trueno, del Jabato, El Guerrero del antifaz, Superman, de Mortadelo, y Filemón y también pasar mañanas o tardes en verano en las olivas para buscar nidos de tórtolas y después revisar antes de que estuviesen volantones para traérselos a casa y terminar de criarlos con trigo remojado en una conejera.
También hacíamos la locura de buscar herraduras y cosas metálicas en el campo que cambiamos después al “tío de los polos” que iba de vez en cuando por el pueblo a vender unos polos de hielo coloreado y con aromas de limón y fresa que nos sabían a gloria después de pasar tanta calor.Los juegos eran simples pero divertidos, y a veces, un tanto peligrosos como: El tirachinas o el arco y las flechas, las peleas a pedradas de los de “allí arriba con los de abajo”, el juego del marro, (el Chacho Luis y el jefe que nos perseguían para que no jugásemos a eso, porque podíamos arrollar a los paseantes de la Plaza), del galope, las disputas de los domingos con el futbol de los dos bandos en las ”eras de Marianica”, “las del balón”, o la “era de Ignacito, el juego del “che” en tiempos húmedos de la aceituna.
Algunos de los libros en los que aprendimos:
Las enciclopedias escolares reunían en un solo tomo todas las asignaturas que el alumno había de cursar en cada grado escolar, siendo en muchos casos textos únicos durante un curso. En nuestro caso se utilizaba la Enciclopedia de Grado Medio, utilizada durante el tiempo restante de la escolaridad, hasta dejar la escuela o comenzar a estudiar el Bachiller Elemental. Estas enciclopedias tenían por otro lado la ventaja de que, con posterioridad, también podían ser usadas como libro de consulta. En otros países, como por ejemplo en Francia, el uso de las enciclopedias había empezado a ser cuestionado por los pedagogos ya a finales del siglo XIX, y se abogaba por la publicación de manuales específicos que cubrieran las necesidades de una nueva educación, en la que las viejas tradiciones desaparecían y empezaba a observarse una estricta separación de disciplinas en las escuelas. Mientras tanto, las enciclopedias escolares vivieron su apogeo en España entre los años cuarenta y sesenta. Las razones de este atraso no eran solamente el mantenimiento de viejos principios pedagógicos, sino también las ventajas que, en una situación de penuria económica, suponía ahorrar el coste de varios manuales. (Agustín Escolano Benito, Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la reforma educativa, Madrid: Fundación Sánchez Ruipérez, 1998. Págs. 277 y 278.)En aquellos años el libro de lectura preferido por muchos escolares era Glorias imperiales, de Luis Ortiz Muñoz un libro de lectura de carácter marcadamente patriótico, fue un auténtico éxito editorial, cuya primera edición data seguramente de 1940 pero que ya a la altura de 1947 había conseguido alcanzar su novena edición. La razón de su enorme tirada, más que en las características del propio libro, habría que buscarla en el hecho de que se distribuyó de forma gratuita en muchas escuelas. A día de hoy es relativamente sencillo encontrar un ejemplar de Glorias imperiales, en cualquiera de sus múltiples ediciones –en mejor o peor estado-, ya sea en un mercadillo, en una feria de libros de ocasión o en una librería especializada en artículos de segunda mano.
Su precio dependerá de un mercado que fluctúa en función del interés de los que fueron niños y ya no lo son y que, en definitiva, saca provecho de la nostalgia de una época pasada. Sin embargo, ¿el mayor número de ejemplares que aún existen de Glorias imperiales está directamente relacionado con su popularidad? Ciertamente significa que la tirada de ejemplares de este título fue muy numerosa y también sabemos que el libro estuvo en muchas escuelas debido a que se repartió de forma gratuita, pero eso no nos dice nada de su uso real. Aun estando auspiciado por el régimen, hasta el punto de ser alabado por diversos intelectuales y políticos de la época, entre los que se incluye a Serrano Súñer, bien podría haber dormido este libro el sueño de los justos en muchas escuelas.
Y así debió ser en nuestra escuela, a pesar del éxito de este libro en otras escuelas del pueblo, en la de Don Ramón el libro mas valorado fue Don Quijote de la Mancha, para nosotros era el primero y más valorado. Curiosamente, era el libro que utilizábamos en clase para hacer la lectura diaria en la mesa, nos colocábamos a la derecha de la mesa y leíamos aproximadamente una página o página y media, por riguroso orden de mesas, mientras que Don Ramón iba corrigiendo algunos ejercicios de los alumnos que terminaban su tarea de la pizarra de la izquierda, en este caso la corrección se realizaba delante del alumno situado en el lateral izquierdo de la mesa. Don Ramón dejaba despejada la parte central de la mesa para tener controlado al personal, que cuando se desmadraba un poco, volvía al silencio y al trabajo al oír un golpe que daba en el lateral de la mesa. Este maestro lo consideraba el libro mas apropiado para la lectura por su valor educativo, instructivo o literario.
Corazón, de Edmundo de Amicis, novelita o compilación de pequeños cuentos, cuya principal intención es emocionar al lector y que tienen como fondo el diario de un niño. Este precioso libro se leía también a diario en clase algunas temporadas como alternativa a la lectura del Quijote, y captaba el interés y la atención de los lectores por su alto contenido emocional.
“Hemos visto al Señor”, “Cristo es la verdad” y “España es así” de Agustín Serrano de Haro, eran otros libros muy usados por aquellos años. El primero de ellos era el libro al que se pasaba cuando se superaba el nivel de lectura de las tres cartillas. El nombre de su autor, Agustín Serrano de Haro era muy popular como autor.
No en vano fue un prolífico autor de textos escolares, además de Inspector de Enseñanza. “España es así”, por ejemplo, es mitad libro de lectura patriótica y mitad libro de Historia que, pretendía “divulgar también la gloriosa Historia de España entre la masa del pueblo”, pues “así, además de conocer la Historia Patria, se la vive, se la siente muy cerca, como si se estuviese produciendo ante los ojos admirados del lector”.
La cartilla de lectura Rayas. A propósito de las cartillas de lectura, mencionar tan sólo que había muchas y muy variadas, pero que no era raro encontrar en ellas toda clase de mensajes patrióticos.
Lecturas de oro de Ezequiel Solana.
Santos españoles de Jesús de Manuel: las hagiografías o vidas de santos se hicieron muy populares en estos años, así como las diversas lecturas religiosas, por su facilidad para introducir mensajes éticos y morales en lo que, a los ojos de un niño, podían parecer curiosas historia de aventuras.
Heterogéneos libros de lectura como Lecciones de cosas, de Dalmau, con los que se pretendía mostrar el mundo a los niños de una forma diferente.
Aunque en aquellos años el mundo de los niños y de las niñas eran dos mundos aislados e ignorados mutuamente; por los contactos y conversaciones con niñas de la familia y vecinas supimos que un libro de mucho éxito entre las niñas fue Mari-Sol, de Josefina Álvarez.
Era un famoso libro de lectura para niñas que contaba una historia con final feliz, muy propio de aquellos tiempos. Se trata de la historia de una maestra de ciudad que por fin consigue su plaza tras las oposiciones, pero a la que le adjudican un puesto en un pueblo perdido. Allí se encuentra con la falta de recursos propias de la época –al principio ni siquiera tiene un local en el que dar clase a sus alumnas- pero ante la adversidad, lejos de amilanarse, como lo hicieran sus predecesoras, decide combatir el problema. Evidentemente, esta edulcorada historia con final feliz –la protagonista termina convertida en Inspectora de enseñanza- no es más que la versión distorsionada de la realidad, pero lecturas como éstas eran realmente populares en una época en la que los “libros para niñas” tenían un espacio y unos lectores claramente diferenciados de los “libros para niños”.
(Carlos Sánchez-Redondo Morcillo, Leer en la escuela durante el Franquismo, Cuenca: Ediciones Universidad Castilla-La Mancha, 2004. Pág. 139.)
Héroes, de Antonio Onieva, otro libro de lectura patriótica. Onieva fue, junto con Serrano de Haro, uno de los autores de textos escolares más populares, aunque curiosamente tuvo problemas para demostrar su fidelidad a la dictadura tras haber estado en contacto con la Institución Libre de Enseñanza. Incluso fue denunciado al final de la guerra como defensor del pacifismo, el internacionalismo y el naturalismo. Pudo evitar males mayores tras escribir una carta personalmente a Franco
Ingenuidades, de Antonio Fernández, fue otro libro de lectura, que incluía textos de muy diversa índole: literarios, históricos, patrióticos, etc.
Manuscrito de Dalmau –dividido en varios tomos-,
Lecturas de Seix y Barral,
Cuentos del pasado glorioso de González Ruiz y
Vida y doctrina de Ezequiel Solana.
Ahora bien, una vez adquiridos, ¿cuál era la vida real de estos libros? Por lo que sabemos, un decreto del 22 de septiembre de 1955 establecía cuáles eran los criterios exactos, en contenidos y cuestiones formales, que un libro de enseñanza primaria tenía que cumplir para ser aprobado. La misma orden advertía que los libros aprobados serían revisados cada cuatro años. Ya sabemos cómo de precaria podía ser la situación. Hasta entonces, era una “Comisión dictaminadora” la que, desde 1938, se encargaba de decidir qué libros eran aptos para ser usados en el sistema educativo.
BIBLIOGRAFIA:
CAMARA VILLAR, G. (1984): "Nacional-Catolicismo y Escuela. La socialización política del franquismo (1936-1951)"; Jaén; Hesperia.
ESCOLANO BENITO, AGUSTIN: Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la reforma educativa, Madrid: Fundación Sánchez Ruipérez, 1998. Págs. 277 y 278.
GERVILLA CASTILLO, E. (1990): "La escuela del Nacional-Catolicismo. Ideología y cuestión religiosa"; Granada; Impredisur.
MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL (1945): "Ley de Educación Primaria"; Madrid; Magisterio Español.
MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL (1953): "Cuestionarios Nacionales para la Enseñanza Primaria"; Madrid; Servicio de Publicaciones del M.E.N.
SÁNCHEZ-REDONDO MORCILLO, C. Leer en la escuela durante el Franquismo, Cuenca: Ediciones Universidad Castilla-La Mancha, 2004. Pág. 139.
Granada 15 de Febrero de 2012
Pedro Galán Galán